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23 de marzo, 2023

La infección viral causada por el herpes zóster, conocida popularmente como «culebrilla», genera una erupción dolorosa en la piel, que puede durar hasta cuatro semanas. Pero en algunos casos se complica y ocasiona un dolor neuropático de larga duración que se prolonga desde al menos tres meses hasta varios años. De allí la importancia de la aprobación en el país de una nueva vacuna para prevenir la enfermedad.

La formulación del laboratorio GSK ya había sido aprobada por la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EEUU y ahora obtuvo el visto bueno de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) para su uso en el país.

Con una eficacia superior al 90% desde el momento de la vacunación y hasta al menos diez años después, la vacuna se administra en dos dosis, con un intervalo de dos a seis meses entre cada aplicación y es la primera vacuna contra el herpes zóster aprobada que combina un antígeno inactivado, con un adyuvante específicamente diseñado para desencadenar una respuesta inmune dirigida, fuerte y sostenida.

Como ocurre con otras enfermedades inmunoprevenibles, aunque algunas personas contraerán herpes zóster a pesar de la vacunación, el poder de la vacuna radica en reducir la gravedad y duración del proceso viral.

Inicialmente la formulación estará disponible en la Argentina para adultos mayores de 50 años y personas mayores de 18 años con riesgo incrementado de padecer herpes zóster, como por ejemplo aquellos que se encuentran inmunocomprometidos.

Las personas inmunodeprimidas presentan un mayor riesgo de contraer la enfermedad así como las complicaciones asociadas, siendo esta la única vacuna contra el herpes zóster aprobada para esta población de riesgo.

Se calcula que una de cada tres personas desarrollará herpes zóster a lo largo de su vida, y que el riesgo de padecer la enfermedad aumenta de los 40 a los 50 años y se incrementa cada vez más cada año. Así, a la edad de 85 años, el riesgo de desarrollar la erupción aumenta a una de cada dos personas. Asimismo, la incidencia del herpes zóster en poblaciones inmunocomprometidas crece exponencialmente.

El herpes zóster es una enfermedad causada por la reactivación del virus varicela zóster (VVZ), el mismo virus que causa la varicela. Luego de que una persona contrae varicela, el virus permanece latente en su sistema nervioso, por lo general, sin causar síntomas hasta su reactivación.

Generalmente los primeros síntomas del herpes zóster son picazón, dolor, hormigueo, sensación molesta o sensibilidad al tacto en el tórax, el abdomen o el rostro. Tras los primeros días, comienza la fase aguda de la enfermedad, en la que aparece la erupción cutánea, con ampollas en las zonas afectadas, acompañadas de un dolor agudo. Al cabo de unos diez días, las ampollas se convierten en costras que, normalmente, duran entre dos y cuatro semanas.

En algunos casos, la enfermedad puede complicarse con un cuadro conocido como neuralgia posherpética (NPH), un dolor neuropático de larga duración que se prolonga desde al menos tres meses hasta varios años. La NPH es la complicación más frecuente de esta enfermedad y se produce hasta en el 30% de los casos, dependiendo, entre otras cosas, de la edad del paciente.

Los especialistas destacaron la importancia de consultar ante los primeros síntomas, para poder instaurar el tratamiento adecuado, que suele consistir en antivirales para mitigar los efectos del brote.

Si bien como se vio la edad es el principal factor de riesgo para desarrollar herpes zóster, otros factores como enfermedades autoinmunes, tratamientos inmunosupresores como la quimioterapia o el consumo de esteroides, pueden alterar la respuesta del sistema inmune. Asimismo, las situaciones de estrés y la fatiga pueden favorecer también la reactivación del herpes zóster.

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